Una persona optimista no es quien niega lo que le ocurre, no se trata de fingir que todo va bien o pretender que todo está bajo control. Porque seamos sinceros, los problemas son justo las situaciones en las que nos damos cuenta de que tenemos menos control del que creíamos. Pedirle a alguien que está pasando por un muy mal momento que sea optimista y vea el lado bueno de las cosas, no sólo puede parecerle imposible, sino que puede rayar en la insensibilidad hacia su sentir.

1. La temporalidad. Una persona optimista reconoce que existe un problema, sin embargo, sabe y confía en que éste no va a durar para siempre, además, sabe que un problema es un evento aislado y esto le permite tener mayor objetividad para pensar en una solución. En cambio, una persona pesimista piensa en términos de siempre/nunca, por ejemplo: “siempre me pasa lo mismo”, “esto nunca va a cambiar”, esto puede dar la sensación de que los problemas serán eternos y alienta sentimientos de desesperanza
2. El área de ocurrencia. Una persona optimista identifica en qué área de su vida o qué de su propia conducta está propiciando el problema y esto le da mayor claridad para buscar una solución. Una persona pesimista piensa en términos de todo/nada, lo cual resulta en que generalice los problemas, por ejemplo: “todo anda mal en mi vida”, “nada me sale bien”, esto, por supuesto que desmotiva para buscar una solución.
3. ¿Está en mi control? Una persona optimista identifica en un problema, aquellos aspectos que puede controlar y asume un compromiso sobre su conducta para resolver, y también acepta lo que está fuera de su alcance sin intervenir en ello. Una persona pesimista no identifica esto, entonces, o se asume cien por ciento responsable de la situación (aun cuando esté fuera de su control), y piensa algo como: “todo es mi culpa, el problema soy yo”, o responsabiliza al mundo y a los otros de lo que esté ocurriendo: “tengo mala suerte”, “a otros siempre les va mejor que a mí”. Esto puede provocar sentimientos de enojo hacia sí mismo o hacia el mundo y las demás personas.

La buena noticia, según las investigaciones que ha realizado Martin Seligman por más de treinta años, es que podemos elegir nuestra forma de pensar. Entonces, si nuestra tendencia es la de asumir una postura pesimista ante los problemas, estas pautas pueden ayudarnos a modificar cómo los percibimos y así poder decir que, a pesar de llorar y enojarnos en el camino, somos optimistas.